Llamado originalmente Cipit, y en la actualidad
Cipitío o Cipitillo es un personaje de leyenda en El Salvador. Nació de la
relación que tuvo su madre Ziguet (Sihuet) (Diosa Luna) con el Dios Lucero de la
Mañana, traicionando infielmente al Dios Sol. Es por eso que el dios de dioses,
Tlaloc condenó tanto a la madre como al hijo. A la madre la degradó de su
categoría de Diosa Luna a mujer errante y al niño le condenó a nunca crecer, y
conservarse por siempre en la edad de once años.
Cipit es hijo de dioses, pero su aspecto es el de un niño de bajas
condiciones sociales y económicas, con una deformación en los pies, teniéndolos
revés, enorme barriga y con el poder de teletransportarse. Su alimentación está
basada en comer cenizas y bananas. Además la Mitología Cuscatleca lo ubica en
la región de San Vicente. Durante siglos, Cipit fue el Dios de las relaciones
prohibidas y adulteras, en la actualidad es un icono de la cultura salvadoreña
donde es representado como un niño alegre y que vaga errante.
El Cipitío es un ser propio del folklore salvadoreño. La leyenda ha
evolucionado de generación en generación, adaptando muchos de los elementos de
la misma para no perder vigencia; aunque en el fondo, conserva la escencia
ancestral. El nombre viene del nahuat Cipit, que significa niño, de donde se
deforma la palabra "Cipote" utilizada para nombrar a los infantes en
El Salvador. De estatura acorde a sus eternos diez años, con barriga
prominente, ropa de manta y un sombrero de palma puntiagudo y de grandes alas.
Se dice también que tiene los pies hacia atrás.
Frecuenta los trapiches de las moliendas de caña, le gusta comer y
bañarse con cenizas, también gusta de frecuentar ríos y es un eterno enamorado
de las muchachas a las que constantemente les espía, silba, o arroja
piedrecitas y flores
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